Tercera parte de la trilogía Tres maneras de entrar.
“Son las mujeres quienes cuentan la guerra. Lloran. Cantan como si lloraran.”
Svetlana Aleksiévitx, La Guerra no tiene rostro de mujer, 2013.
Al adentrarnos dentro de la siniestra atmósfera de la última obra de cabosanroque, hacemos un viaje lleno de belleza entre las flores de un mundo estropeado por la guerra. Entramos en un bosque, quizás un jardín… o era un pueblo? Una obra que combina la literatura, la antropología, la escultura, la música y el artefacto, todo orquestado bajo la batuta del sonido.
Se habla de la guerra, y hablan las mujeres y las criaturas, y no solo ellas sino también la tierra, los pájaros y los árboles. Todo aquello que vive en la tierra con nosotros.
Escucharemos fragmentos del libro de cuentos Viajes y Flores, con la voz de mujeres que se han visto forzadas a huir de una guerra actual. Trasplantadas al ucraniano, las palabras de Mercè Rodoreda se convierten en sonidos incomprensibles para nosotros y a la vez nos desvelan una lógica rítmica interna, una musicalidad del texto que pervivirá más allá de cualquier traducción.
Cabosanroque descubre en La guerra no tiene rostro de mujer y Últimos testigos de Svetlana Aleksiévitx una alianza perfecta para este viaje, que nos ayuda a entender el tránsito de la realidad y el recuerdo hacia la ficción, y hasta qué punto necesitamos la fantasía para evitar que una realidad, que no se puede ni digerir ni explicar, llegue a fulminarnos.